IX

Quizás el verdadero amor sea una decisión; La decisión de jugártela por alguien, de entregarte a alguien sin pensar si te va a corresponder o si te va a hacer daño, o si será el amor de tu vida. Quizás el amor no es algo que te ocurre, quizás sea algo que tú escoges.

sábado, 31 de mayo de 2014

MI. VEN. CONMIGO.

Yo, que hablo hasta cuando callo. Que hablo incluso sin decir nada. Con los ojos, con las manos.
Él, el único capaz en este mundo de locos de dejarme sin palabras.
Verle. Morir.
Sentirle cerca.
Creo que podría ser todo tan sencillo que. Y sin embargo.
No hay nada sencillo a su lado porque no hay nada más complicado que él.
El único capaz de dejarme sin aliento y devolverme a la vida a la vez. De mostrarme que existo y hacerme desaparecer a partes iguales.
El único capaz de desestabilizar todo mi mundo. Que me muestra que con él nada es posible y todo significa algo. Que se puede leer entre líneas aunque a veces no tenga sentido.
El único capaz de joderme viva y rodearme de putadas.
El único capaz de ponerme el vello de punta. Con el que puedo reír a carcajadas y por el que podría llorar hasta agotar el 65% de mi cuerpo en agua.
Qué más da el mundo si le tengo a mi lado.

Llueve. Y podría no llover y a penas me daría cuenta. Por él vendería un riñón, incluso los dos si me aseguraran que podría seguir viviendo. Con él me perdería día tras día entre las sábanas y me correría de pura felicidad.
Correrse. Menudo invento.
El mundo lleno de putadas y mi mayor putada, sus ojos.
La magia de sus manos. Creer morir solo con verle y sin embargo saltar porque no hay cuerpo que aguante tanta felicidad.
La felicidad. Tan ansiada y tan lejana.
Yo no sabía de qué hablaban los que preguntaban por la felicidad hasta que vi sus ojos y entonces.
La felicidad es perderme entre sus manos. Revolver las sábanas hasta perder el aliento y recuperarlo juntos. Es su pecho en mi cara como almohada. Es la forma en la que me aparta el pelo de la cara, en la que me besa, en la que me habla.
Son sus antojos morbosos y mis ganas de querer saciarlos. Es ver cómo se detiene el tiempo cuando estoy sobre él, y lo rápido que pasa después. La felicidad es que los kilómetros que nos separan se conviertan en nada cuando pienso en él.
Quizás la felicidad tenga nombre y apellidos.

VEN. Ven y quédate. Vamos a pasarlo bien.

jueves, 15 de mayo de 2014

Temblando.

Hoy sé que mis palabras no lo saben y tal vez, tal vez sea mi primera vez. 
Hoy sé que mi vida te esperaba y ya me ves, ya ves, poco a poco lo diré, que hace tiempo que el reloj no se paraba, que las risas no callaban, que no entraba tanta luz...
Hace tiempo que creía que no podía ser. 
Estoy temblando de pensar que ya te tengo aquí a mi lado, y prometo no soltarte de la mano, ahora sé que ya tus pasos son mis pasos...
Tal vez no hay manera de entenderlo y ¿sabes qué? Hoy sé que contigo puede ser. 
Ya ves, la distancia se hace corta, esta vez se fue todo aquello que no fue.
Que hace tiempo que el silencio no me hablaba, que mis labios no besaban, que no había tanto en mi.


Ayer.

A veces me sorprendo a mí misma. Suelo dejar pasar el tiempo mientras busco un momento mejor y así pasan los días entre calada y calada.
Me escondo entre el humo ahogando recuerdos. A veces, se me ilumina la mirada. Pongo ese gesto  especial que solo significa una cosa: va a pasar algo.
Y pasa.
Me encuentro de repente haciendo algo que nunca creí que haría. Soltando lindezas por esta boquita y sobreviviendo al nudo que se me pone en el estómago cuando hablo de él. Con él.

Escuchar notas de audio antes de dormir para revivir los momentos. Sonreír en silencio aunque sea a base de reconstrucciones. Sentirle cerca aún estando lejos.
Qué más da el tiempo que pase si él nunca se irá de aquí dentro. Y parece que fue ayer... 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Pequeños (grandes) placeres de la vida.

Sonreír estando en silencio, escuchar música con los ojos cerrados, mirar al cielo, ponerle formas a las nubes, el olor del perfume de esa persona, escuchar una canción y recordar justo aquel momento...
Conducir mientras llueve, que se esa persona ponga su mano en rodilla, un abrazo, el olor a humedad después de una tormenta de verano, pasar las hojas del calendario, el cosquilleo de los cinco minutos anteriores a una primera cita, encontrar nuevos huecos fríos entre las sábanas de mi cama.
Un beso en el cuello, recibir un mensaje inesperado, el olor a libro nuevo, que se te rompa el piquito del cucurucho del helado, arrascarse un ojo cuando más te pica, un orgasmo. Pensar metido en la cama, las manos de un abuelo, los sugus azules. 
Llorar de risa, comer los lacasitos por colores, el olor de las manos recién lavadas. Pasar una noche con él y descubrir horas después que hueles a él. Mirar el mar, el día antes de un viaje. Mirar por la ventana la lluvia mientras estás en casa calentito. Las campanadas de Noche Vieja. Mirarle sin que te vea, los primeros copos de nieve del invierno, cruzarte con él por la calle. 
Que te susurre al oído te quiero, un baño de agua caliente con espuma, el primer día que te pones chanclas del verano, el sol, mirar las estrellas, ver cómo pasa el tiempo del reloj, darte cuenta de que esa persona también está enamorado de tí. La primera vez que hacéis el amor.
Comer los hielos del café, ver cómo los niños juegan a lo que jugabas tú, aprobar un exámen, pasear cogidos de la mano, intercambiar el bocado de un bocadillo, rascarse una picadura, pasar un domingo en pijama, una carta escrita a mano, hablar con una persona que hacía tiempo que no veías, ver cómo se derrite una vela, bañarse en el mar...
Ver la luna desde tu ventana, brindar con champán, soplar las velas de la tarta de cumpleaños, escuchar música mientras viajas, la última frase de un libro, una corriente de aire frío en un día caluroso, una ducha fría después de hacer deporte, tatuarte, los fuegos artificiales.
Los dibujos de un niño, contar anécdotas, besar lentamente, hacer pompas con un chicle, lamer la tapa de los yogures, pisar hojas secas, el viento del otoño, el olor a coche nuevo, pisar solo la zona blanca de los pasos de cebra, ver cómo se disuelve una pastilla efervescente.
Oír hablar a alguien extranjero, mirar el fuego, volver a comerte un frigopié, montar en avión.
Sus manos.

martes, 6 de mayo de 2014

Inlove.

Hace ya mucho tiempo, quizás demasiado, comencé a escribir sobre algo que me había devuelto a la vida y me ahogaba a la vez. A veces, cuando ningún lobo me calienta los pies, me pierdo entre los recuerdos y le veo ahí, acostado a mi lado, mirándome con esos ojos que hielan cualquier alma. Me mira tan intensamente en mi memoria como cuando sucedía; cuando me despierto su lado y me da por cantar. Lo bueno de las palabras que no se dicen, es que quedan plasmadas en papel. Menudo triunfo el negro sobre blanco capaz de recordarlo todo. Leo cada sílaba despacio, tratando de revivir todo aquello de nuevo, y me sorprendo negando con la cabeza cuando me doy cuenta, de pronto, que ha estado aquí. Al final, después de todo, siempre ha estado aquí.
Cuando quise contarle algo, lo hice. ¿Qué le importaba a él? Nada, pero yo debía contarlo y él debía escucharlo. Y cuando estuve a una milésima de segundo de tirar la toalla, ahí estaba también, para decirme que no, o para no decir nada. Porque es que no tiene que decir nada para hacerme vivir.

Hay personas que con solo una mirada son capaces de contarle al mundo todo lo que callan. Y las hay como yo, que no necesitan palabras que se lleve el viento para entender nada. Porque quizás sean sus manos y sus ojos los que hablen por él, y mi corazón el que escuche...
A veces me despierto por las mañanas con ganas de un buen zumo. No puedo. Así es él. Mi zumo. No puedo. Querría darle los buenos días todos los días del resto de mi vida, y sin embargo.
Pero ha dejado de importar. No hay mañanas perfectas. Esta historia es bonita y debemos vivirla así.

domingo, 4 de mayo de 2014

Mi guerra.

A veces me despierto en la oscuridad de la habitación con ganas de dar guerra.
Será que brilla el sol. O, no sé. Será él. Será su mundo. El que me asombra, me acojona y me tiene atrapada sin medida.
Será él, con su jodida magia que me nubla el pensamiento.
La mayor putada de mi vida haberme encontrado con sus ojos. Y no poder deshacerme de sus caricias. Qué más dan los kilómetros y los silencios, si lo llevo todo aquí dentro.
Ven borracho, ven como quieras, pero ven.
Joder.
Si, a joder. Como si el mundo se acabase mañana, como si fuese nuestro último encuentro. Movernos así como sabemos, sentirnos y ostia, de repente, felicidad.
Parar el tiempo, para siempre. No me importa quedarme bajo tu piel, sintiéndote tan cerca que se me corte la respiración. ¿Qué más da respirar si estás aquí?
Verte en el último bar, terminarlo bien.
Hace tiempo que comencé a prometértelo casi todo. Y joder, aquí sigo, prometiéndote en silencio y tú... tú tan lejos que ya ni te veo.


sábado, 3 de mayo de 2014

Yo tampoco te quiero, y sin embargo.

Se me va despedazando el alma entre tanto recuerdo.
Todos los días pienso en sus manos, y me quedo unos minutos recordándolas cerca de mí. Qué tontería más grande vivir a medias entre los recuerdos y los sueños. Siempre pensando en lo que podría haber sido y no fue, en lo que ojalá fuese pero...
Yo tampoco te quiero, y sin embargo.

Cuando no puedes parar de pensar en sus ojos. El azul intenso con el que te mira cuando estando encima de tí te agarra bien por la cintura y no deja que te alejes. Y piensas que ojalá así siempre, ojalá con él. Qué putas las agujas del reloj que nunca se detienen.
Escribir como método de supervivencia, para saciar tus ganas de tenerle cerca, querer agarrarlo bien fuerte y que nunca se vuelva a escapar, pero. 

Esos arrebatos que nos dan de querer dejarlo todo y huir a sus brazos, perderse entre sus sábanas, respirar de su boca y comer de sus labios. Que metería ahora mismo un par de bragas en una mochila y me iría a gatas si hiciera falta para perderme entre tu magia.

No hay en el mundo nadie más complicado que él. Y sin embargo. Así soy yo. Adicta a las dificultades, proclive a los desastres. Me encantan tanto sus manos que el resto deja de importar. Mi desastre, mi perdición.