IX

Quizás el verdadero amor sea una decisión; La decisión de jugártela por alguien, de entregarte a alguien sin pensar si te va a corresponder o si te va a hacer daño, o si será el amor de tu vida. Quizás el amor no es algo que te ocurre, quizás sea algo que tú escoges.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Curando cicatrices.

Anoche, después de tanto, como si no hubiera pasado el tiempo, me doy cuenta de lo absurdos que somos aveces. Cuando no decimos lo que sentimos por miedo al otro, cuando nos resignamos con algo a pesar de no ser lo que de verdad buscamos... 
A nosotros nos fue bien así, porque hoy sé que nunca fue para mí. 
Me alegra saber, por fin, que sí vivimos lo mismo. Las mismas locuras, las mismas ganas.

Reales fueron los besos, las caricias, el sexo desenfrenado y la ilusión. 
Tan real como los dolores de cabeza, las inseguridades, las noches de tormenta.

La intensidad con la que vivimos todo, con lo bueno, con lo no tan bueno. La intensidad de sus manos sobre mis muslos ardiendo porque cualquier roce con su piel me hacía alcanzar el cielo. 
La de noches que pasamos empapados en cualquier parte, jadeando y deseando que el reloj dejara de sumar. La de madrugadas que quise que no terminaran jamás.

Con él descubrí las caricias en mi espalda, los besos en mi cuello, las ganas. Aquel cosquilleo en el estómago que lo compensaba todo, los pelos de punta entre susurros y guarradas. 
Y después, después llegaron las confidencias, el conocerse un poco más, las charlas y el abrirse de par en par. Después de tanto diré, que levantar mi muro pudo ser un error, aunque eso ya nunca lo podremos saber. 

Con él siempre tuve miedo de mostrarme tal cual. Vulnerable y frágil, alguien a quien destrozar. Lo que él no sabe, es que sigo recogiendo mis trozos desde aquella época. Porque hay heridas que no curan aunque uno se empeñe en coser y cantar. 

Subir las escaleras al cielo vestido de infierno, los mensajes a deshoras, los besos robados, las últimas copas de los bares, las visitas en secreto y el hacer como si nada. También los viajes, el tira y afloja, el dar una de cal y dos de arena, como modo de vivir algo que era más locura que realidad.

Quererle tanto fue un castigo. Lo que sí es verdad es todo lo que aprendimos de ello. 
Con él viví la mejor ilusión, las noches en vela. 
También la insistencia y la impaciencia. 
Con él tuve que conformarme más veces de las que me gustaría admitir. 
Fue ese amor que cala bien hondo. 

Anoche cerramos una etapa, después de todo.
Nueve años, dos meses y diecinueve días después de mirarle a los ojos por primera vez.
Siempre le tuve muy en cuenta, y todavía hoy me remueve el alma. 
Pero eso, creo que no cambiará de ningún modo.

IX.