IX

Quizás el verdadero amor sea una decisión; La decisión de jugártela por alguien, de entregarte a alguien sin pensar si te va a corresponder o si te va a hacer daño, o si será el amor de tu vida. Quizás el amor no es algo que te ocurre, quizás sea algo que tú escoges.

jueves, 23 de julio de 2015

A V A N T I

He escrito de la vida, de tí, de lo que me has dolido, de las piedras con las que he tropezado, de mis fobias, de mis muertes y de mis resurrecciones. Y sigo haciéndolo. Y cada letra que tiñe este fondo blanco es un leve gritito de auxilio que proyecta mi garganta pero que en realidad viene directamente enviado desde la boca del estómago, desde las entrañas. Cada letra es un alfiler que saco de dentro, una heridita que empieza a sangrar pero que acabará curándose.

He escrito mucho siempre porque no soy muy de hablar. Y eso que hablo hasta cuando callo. Yo es que he sido siempre más de darle vueltas a mi mundo, al real y al paralelo. Porque el paralelo ha sido muchas veces más real que el de verdad. He estudiado cine porque lo de las películas me viene desde siempre. Y los cuentos. Y los príncipes que no son príncipes, y las princesas que son princesas... 
Que sí, que la vida podrá darte muchas cosas buenas, pero que yo soy más feliz en este mundo en el que fiarte de la gente es el mayor pecado. Donde las cosas buenas nunca vienen solas y donde nadie da algo a cambio de nada. A mí que no me cuenten cuentos, que los cuentos los escribo yo.
Que seré muy pesimista, incluso en exceso. Pero que si el vaso está medio vacío es más difícil que se desborde el agua. Y eso no lo digo yo, eso es pura lógica. 

Que no conozco a nadie más perra que a la Vida, pero tampoco a nadie más cabezona que yo. 
Que en este viaje deberíamos dejar de buscar a alguien que nos acompañe, por muy bonito que sea. Que la compañía está bien para un rato pero no cuando deja la pasta de dientes desparramada por el lavamanos, la tapa del báter subida, o peor, meada, los calzoncillos en una silla, los calcetines en otra. Que no es tan bonito cuando tienes que dar explicaciones hasta de tus palpitaciones. Pero bueno, en realidad, cuando por fin te despreocupas de esa absurda necesidad de necesitar y comienzas a vivir, porque vivir en soledad también es vivir, y es vivir muy bien, entonces viene esta perra, la Vida, y te recuerda, otra vez, que las cosas buenas no suelen pasarnos a la gente normal, que los pobres vamos a seguir siendo pobres siempre, que los sueños son solo eso, sueños... Y joder, quieres gritar un poco, o llorar, o gritar y llorar y de paso tirarte al suelo y patalear... Pero vamos que eso no serviría de nada. Porque es que encima ni siquiera tienes a nadie que te acompañe y te diga que todo se solucionará, porque hace tiempo empezaste a vivir... y eso. 

Y nada, una de dos. O te tiras por la ventana con la mala suerte de poder sobrevivir. O te resignas, le dices a esta guarra que no toque más los ovarios y que sigues p'alante. Que si quiere verte jodida, va a verte más bien jodiendo. Porque eso, porque para cabezona tú.
Y coño, que al final es todo muy chungo y muy malo, y los sueños no se cumplen, y la soledad es muy buena pero es soledad, pero en serio, estás aquí viviendo un sueño no, una realidad, y la has conseguido porque has luchado, y porque te lo mereces. Y ya es mucho más de lo que pueden decir otros. Y tienes una gente alrededor muy cojonuda, una madre que te ama por encima de todas las cosas y que daría su vida por tí, por esos sueños y por esa compañía de vida. Pero que no, que te ha dado todo hasta ahora pero que ya te toca a tí empezar a devolver. 

Pues si por este camino no se puede pasar, habrá que buscar otra ruta. Pero vamos, que la meta seguirá siendo la misma, que me da igual las vueltas que tenga que dar, lo que tarde, lo que me canse, lo que me duela, que al final voy a llegar a ella, porque eso, porque a cabezona, NO ME GANA NADIE.

martes, 7 de julio de 2015

Disparo a quemarropa.

He hecho algunas locuras en mi vida pero ninguna como tú. Mi  mayor locura, mi mayor deseo y mi mayor desastre, todo a la vez.
Vengo para decirte que no he querido desde tan adentro a nadie como te he querido a tí.
Hubiera dejado todo, hubiera hecho la maleta rápido, o no. Hubiera cogido un par de bragas de repuesto y me hubiera ido a gatas hasta donde estuvieras si hubieras querido.
No digo que te haya querido bien, digo que te he querido fuerte.
Que me hubiera al quinto pino contigo, sin pensarlo.
Quizás todavía guardo la esperanza de que sientas por mí la mitad de todo esto. Pero no hay más ciego que quien no quiere ver. Estamos destinados a no ser y no hay nada que duela más.
Ojalá me hubieras dicho que tú también lo quieres. Que hablásemos de nosotros, del presente, del futuro. Pero no son mis manos las que te rozan antes de dormir, ni la que te hace sonreir al despertar.
Y tú tampoco estás ya aquí. Y duele un poco pero acabará pasando. Porque no hay nada más obvio que que te digan que no sin rodeos ni adornos. Y a mí que no, solo hace falta decírmelo una vez.
Ojalá no tuviera que escribir más ojalás, pero difícil tratándose de tí.
Algo bonito que podía haber sido, y que no fue.