IX

Quizás el verdadero amor sea una decisión; La decisión de jugártela por alguien, de entregarte a alguien sin pensar si te va a corresponder o si te va a hacer daño, o si será el amor de tu vida. Quizás el amor no es algo que te ocurre, quizás sea algo que tú escoges.

viernes, 11 de mayo de 2012

El nueve de mi vida.

Un brindis por todas las noches que me he pasado mirándole mientras dormía acurrucado a mi lado.
Por todas esas noches que se hicieron tan extrañas cuando se quedó atrás. He pensado millones de veces que podía haber ocurrido, pero nunca conseguí que fuese así.
Había vivido hasta entonces momentos que siempre quedarán guardados en algún rincón de esta cabecita, pero los suyos son mágicos.
Con él aprendí que las personas no siempre son lo que parecen. Que a veces, el miedo no nos deja ver con claridad lo que de verdad una persona puede ofrecerte. Y siempre, al final, el tiempo hace que te culpes de los errores, de lo que pudo ser y no fue, de los malditos "tengo miedo"...

Nunca hablamos de lo que había dentro de estos corazones. Quizás podíamos habernos dicho miles de veces que nos queríamos por encima de cualquier cosa y que no había nada en este mundo que nos importase más que tenernos el uno al otro.
Dar por hecho malos sentimientos que nunca se demostraron, pensar que nunca llegaríamos a nada. Sufrir sin querer, por no sentir dentro esa valentía que fue tan necesaria.

Hemos calmado nuestro apetito en numerosas noches de invierno. No sabemos qué fue aquello en realidad, pero los dos sabemos que ocurrió. Por fin el tiempo ha decidido demostrar que aquello existió de verdad. Nunca hemos pensado en decirnos nada más bonito, porque quizás las palabras no eran necesarias.

Hay momentos en esta vida que son pura magia, sobre todo cuando vienen de unas manos que hablan con solo un roce. Habría querido seguir bailando por el resto de mi vida, pero señores, las cosas nunca son como uno quiere. Ya se sabe, que lo que uno no aprovecha, acaba en otros brazos...
Nunca llegará el momento en que deje de ser la musa de mis palabras más bonitas. Porque cuando escribo sin pensar, es cuando sorprendo a mis recuerdos más inmensos revoloteando aquí dentro.

La magia que conocí cuando le conocí a él, fue la más bella que he vivido jamás. Y habrá miles de momentos cargados de felicidad, pero esos recuerdos no se podrán borrar.
No hay clavos que saquen otros clavos, ni sonrisas que borren todas aquellas noches.
Habíamos decidido querernos de aquel modo, y no había nada ni nadie que lo pudiese estropear. Nada, hasta que apareció algo.

La felicidad no se busca, la felicidad aparece.
Cuando menos te lo esperas, cuando crees que nada puede ir bien, que el final está cerca, de repente, sucede. Aparece alguien cargado de magia que hace cumplir todos tus deseos más especiales, que te hace sentir alguien especial, por fin.

El miedo a tener que recoger uno a uno los pedazos de una misma provocó que no apreciase los matices bellos de aquella historia. No todo era malo, había miradas que hablaban por sí solas, manos que solo a mí me tocaban de aquel modo, había un brillo en su rostro que parecía deslumbrar al mundo. Una sonrisa que mataba de felicidad. Momentos que se hicieron especiales con solo un gesto.

Nunca había esperado tanto una llamada de teléfono hasta que le conocí. Los viernes se hicieron eternos esperando descubrir cómo terminaría la noche. Y terminaba, y casi siempre del mismo modo. Casi siempre entre unos brazos que provocaban que los relojes se parasen. Hasta que salía el sol, y de nuevo, las ganas de quererle olvidar, y el no poder hacerlo.

Un bucle que nos acorraló y nos hizo protagonizar la historia más única que hayamos vivido hasta hoy. Una historia que no dejará de ser contada hasta que mi memoria comience a fallar. Y será entonces cuando lea estas lineas y recuerde que la felicidad existe, y que hubo un día en el que mi camino se cruzó con alguien que supo ofrecérmela.

Solo el tiempo consigue que se hable desde la alegría de algo así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario