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Despertador, rayos de sol por la esquina más remota de la ventana, 1O minutos infinitos intentado abrir los ojos, el sonido del microondas...
Todo listo para otro café mañanero con cero ganas.
Sigo dormida después de 3O largos minutos...
Una ducha de agua templada nunca viene mal, un CD sonando en la minicadena, mi particular leonera está como siempre... hoy no toca ser ordenada.
Mar de apuntes, la cabeza en Marte, pescado azul para comer...
¿En qué mundo vivimos? Odio la comida sana en días como éstos. Enfundarse en unos vaqueros cómodos, otro mar de apuntes, patatas, chocolate, dulces... comida perfecta para días interminables.
Risas, ser invisible y no entender nada, fin del mar de hojas, café, cigarro para combatir el frío,
hablando de eso tan... ¿especial? ¿perfecto? ¿inexplicable?, ¿Alguien lo entiende? Nadie. ¿Y sabes qué? Eso es lo que lo hace tan peculiar.
Caminar a casa desde la otra punta y parecer el camino más corto, pijama, calor casero, leer, redes sociales, más comida sana, sentarse, respirar hondo, hacer de tripas corazón ...
Lo de siempre, pura rutina. Si, es odioso, estoy de acuerdo... Pero a veces se necesita.

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