Qué díficil saber que te estás equivocando y no poder hacer absolutamente nada por remediarlo.
Que lo ùltimo que se pierde es la esperanza, o eso dicen. Y es cierto, porque tú eres consciente del camino equivocado que decidiste emprender hace ya tanto tiempo, y aún así, en el fondo de tí misma, sigues teniendo la esperanza de que al final, no sea tan sumamente pésimo como parece.
Y un día piensas: ¿Soy gilipollas? Y sabes la respuesta: Sí.
Y entonces te sientas en la arena de tu playa favorita, y observas cómo rompen las olas cuando llegan a la orilla, y ¿sabes qué? eso es exactamente lo que está ocurriendo en tu vida.
Naufragas millas y millas por el océano de tu vida, y cuando llegas a la orilla, te rompes.
Y lloras, y maldices una y mil veces todos los putos momentos inolvidables que te ha hecho pasar, y te preguntas por qué ya no ocurren, y piensas que quizá la culpa sea tuya.
¿Qué? Ni hablar.
Tú no eres perfecta, pero éste es tu cuento, y tú habías decidido compartir protagonismo con otra persona. Sois dos, y hablando de porcentajes... Os llevais el 50% de la culpa del declive de ésto que llamamos 'amor'.
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